
Era el invierno del 2004, cuando en las tardes de fin de semana, acompañaba a mi madre a limpiar la casa de un ingeniero, no le pedía nada a cambio a mi madre, en ese tiempo me gustaba andar por las calles de San Isidro (ahora prefiero salir a caminar por Quilca). Mi madre sonreía a todo el mundo, mientras yo causaba miedo con mi ropa negra, peinado estilo punk, cadenas y púas en las extremidades, y con mis ojos delineados. Con aquel ingeniero me llevaba muy bien, me contaba de su época de chaquetas negras y su polo con el rostro del “Che” Guevara, y que todo lo boto cuando a los 26 años esperaría a su primer hijo, y empezó a usar camisas y corbatas.
Mi madre limpiaba la casa, escuchando a Luis Miguel, mientras que yo me quedaba en el estudio, mirando todo los libros, eran realmente interesantes, tenia autores que nunca había escuchado, me daba mucho temor coger esos libros, realmente nunca pude leer uno de ellos. Aquel día el ingeniero se quedo mirándome, el tenia prendido un cigarrillo y en su mano un vaso de whisky con mucho hielo, me pregunto: ¿Por qué te vistes así?, lo mire y le dije que así me siento cómodo. Entonces él se rio, “Como te vas a sentir cómodo así, con tantas cosas colgándote en el cuerpo”. No me pareció tan gracioso, simplemente le dije: “Este es el estilo de vida que me gusta”, y me fui con mi madre, de ahí en adelante no volví a acompañar a mi madre a esa casa.
Luego un día llega mi madre de trabajar y me entrega un libro, “El mundo es ancho y ajeno” de Ciro Alegría. No entendía porque me abría regalado este libro.
- Dejo algo escrito, revisa el libro – me dijo mi madre, con esa sonrisa que no puedes negarle nada.
Decía: “Lee por gusto”.
*****

- Dime la verdad, ¿estás saliendo con Melissa? – me pregunto Diego, un amigo de colegio, no estábamos en la misma aula, pero el rock nos junto (luego tuve una historia aparte con él).
- Si. ¿Qué te sorprende?
- No te das cuenta, ella es una pendeja.
- No hables así, me incomoda.
- ¡Pero entiende, ella no es como nosotros! – lo decía con mucha cólera.
- Eso es mejor, polos opuestos se atraen, ¿o no?
Diego sonreía, y seguía diciéndome que era un error que yo saliera con Melissa, realmente ella me gustaba mucho, y creo que ella también sentía lo mismo. Estábamos en el malecón de chorrillos, sentados, esperando que llegue un Tsunami y mate a toda la gente ordinaria (en ese tiempo me creía Cristo, y Dios era Kurt Cobain, vocalista de Nirvana). Terminamos la conversa e iríamos a barranco, a encontrarnos con algunos amigos.
En el camino, para la municipalidad de Barranco (el punto de encuentro de los renegados), me di cuenta que Melissa estaba con un chico, no sabía qué hacer, Diego se dio cuenta.
- Que te dije. Melissa termino siendo tremenda pendeja. –lo decía con mucha soberbia, al final tenía razón.
Melissa no se dio cuenta que la estábamos mirando, pues empezó a besarse con ese pata, en eso Diego fue hacia ella, y le escupió. Ella se dio cuenta de mi presencia y miro al suelo, mientras que Diego la insultaba, “Ya estas marcada, perra”, su acompañante intento defenderlo, pero cuando Diego lo encaro, él pata sintió algo de miedo (Diego era algo más metal, y su estilo de vestir causaba un poco de temor).
- Discúlpame, Oscar. – me dijo Melissa.
Le sonreí, y seguí por mi camino, Diego me miraba mientras caminaba, sabía que ya no iría a Barranco.
******
Estaba en mi cuarto, escuchando algo de The Cure. Mirando el techo desde mi cama, mi madre se había ido, así que podía poner todo el estéreo al máximo volumen, ya había pasado tres semana desde que no volví a conversar con Melissa, después de aquel día, no tenía ninguna iniciativa de conversar con ella, solo quería estar un tiempo en mi cuarto. Creo que no tuve ningún momento de placer con ella, pues lo único que hacíamos era conversar, tampoco no era tan atento.
- Mierda, aun no puedo sacar esa imagen de mi mente.- me decía a mí mismo, maldiciendo mi memoria fotográfica.
En eso tocan la puerta (creo que estaba buen rato tocando, la música estaba con un volumen muy alto, y no estaba atento que alguien viniera). Cuando salgo a ver quien tocaba, me di cuenta que era Tatiana, una amiga de infancia, y la verdad que hace tiempo que no la veía.
- ¿Oscar?- creo que dudaba que era yo.
- Si soy Oscar, ¿Cómo estas Tatiana?
- No lo puedo creer, ¡Estas flaco! – y me dio un fuerte abrazo, además me di cuenta que tenía dos buenas amigas.
- Si pues, creo que me llego la pubertad. – ella sonreía.
- Ya veo, y no tienes granos. Eso quiere decir que estas al día.
Empezó a jugar con sus cejas, mientras que mi amiguito quería despertar. Le invite a pasar, la gente era demasiado chismosa. Empezamos a conversar mucho, era como tres años que no nos veíamos, parecía que era una chica gótica, estaba de negro y con sus ojos delineados. Y de repente ella empezó a acercarse más, y puso su mano en mi pierna.
- ¿Me tienes miedo?
- No, no hay razón para tenerte miedo.
- Entonces porque me miras así. – y empezó a acariciar mi pierna.
- La verdad, es que me estas excitando. Estamos los dos solos en mi casa y solo me imagino teniendo sexo contigo en estos momentos.- odiaba ser tan sincero.
- Bueno, entonces vamos a tu cuarto, y enséñame lo que estabas pensando. –amo a las góticas.
Entramos a mi cuarto, ella empezó a besarme. Delicadamente pasaba mi mano por su cuerpo. Ella besaba mi cuello, ya estaba excitado, ya quería echarme en la cama. En eso ella me pide que ponga música de reggaetón. En eso ella se voltea y empieza a moverse. Me quede inmóvil.
- Tatiana, será mejor que te retires.- le dije con mucha cólera.
- No quieres calentarte más.
- Me refiero a que te vayas de mi casa.
- ¿Qué tienes?
- Dime la verdad, ¿Diego te mando?
Se quedo en silencio, y dejo de moverse.
- Vete a la mierda, y no vuelvas a venir.
Ella se cambio y se fue. Después de un rato sonó el teléfono, era Diego.
- Oe, Oscar. Puedo ir a tu casa.
- Oye pendejo de mierda. Porque carajo mandas a Tatiana para que venga a tener sexo conmigo.
- No jodas, ¿te la tiraste?
- No carajo, quería que baile esa mierda de reggaetón.
Diego empezó a reírse a morir.
- Y cuál es el problema. – me dijo Diego algo más calmado.
- Que no me gusta esa mierda.
- Pero dime, a Melissa le gusta esa mierda. Que ibas hacer si ella te hubiera pedido lo mismo. ¿La dejarías de tirar?
- Carajo, no hables así. Ni mucho menos la menciones. Ven te espero en mi casa.
Cuando vi a Diego, lo note diferente, estaba algo más serio. Parecía que algo grave había pasado.
- Oscar, ha pasado algo raro en barranco. – lo dijo con un tono de mucha preocupación.
- No me importa. Estoy molesto contigo por lo de Tatiana.
- Escúchame carajo, esto es importante. – Estaba realmente molesto- Esa tarde que fui a barranco, encontré a unos chicos con una forma de vestirse muy rara.
- Así, más raro que nosotros.
- Si. Creo que los emos llegaron al Perú. Carajo, toda es por culpa de Panda.
- Oye no exageres, déjalos. ¿Cuál es el problema?
- ¡Que la gente puede pensar que somos como ellos!
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